Síndrome de Estocolmo
En agosto de 1973, un atracador llamado Olsson se introdujo en una entidad bancaria de Estocolmo, capital sueca, con la intención de cometer un robo. Sus planes no funcionaron según los había previsto y la policía rodeó el banco, impidiéndole la huida. Olsson tomó entonces como rehén a una empleada de la oficina, Kristin, a quien retuvo durante varios días. Cuando la aventura llegó a término, Kristin había desarrollado tales lazos afectivos con su captor, que se enamoró de él. La policía procedió al arresto de Olsson y Kristin criticó en una entrevista periodística al Gobierno sueco por su falta de compresión hacia las motivaciones del asaltante para emprender acción semejante; posteriormente contraerían matrimonio. Desde entonces se denomina síndrome de Estocolmo a un conjunto de mecanismos psicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo de dependencia entre las víctimas de un secuestro y sus captores y, sobre todo, a la asunción por parte de los rehenes de las ideas, creencias, motivos o razones que esgrimen sus secuestradores para llevar a cabo la acción de privación de libertad. Paradójicamente, tal vez sea este caso histórico tomado como modelo para dar nombre al trastorno el primero donde no se produjo un Síndrome de Estocolmo sino un proceso de atracción y enamoramiento que nada tiene que ver con episodios de secuestro posteriores.
El síndrome que nos ocupa no ha sido caracterizado como entidad diagnóstica en la última edición de 1995 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV), pero sí se lo reconoce como fenómeno psicopatológico de plataforma traumática: “En el que se induce al agredido a un modelo mental, de naturaleza cognitiva y anclaje contextual” (Montero Gómez, 1999). Montero ha introducido a este Síndrome dentro de la clasificación de “Trastornos disociativo no especificado” del manual “DSM IV”.
Referencia ‘Stockholm syndrome’: psychiatric diagnosis or urban myth?